El alumno de 1º de ESO B, Juan Carlos Prieto Campos ha ganado el primer premio del concurso literario Solidaridad en Letras, gracias a un enternecedor relato titulado EN LA VIDA REAL, el cual se publica a continuación:
EN LA VIDA REAL
Bueno esta historia empieza describiéndome, a mi mismo: me auto defino como un chico inteligente, alto y un poco soñador, porque estoy todo el día imaginando
Me gustan los videojuegos , como a cualquier chico de mi edad y es justo aquí donde empieza esta historia.
Me encontraba plácidamente en mi sofá jugando con la vídeo consola, cuando estando yo desprevenido un torrente de voz fuerte por decirlo así , me bajo de las nubes. Al girar mi cabeza hacia el lugar de donde provenía tal escándalo, pude ver claramente ese rostro enfadado. Hasta que me di cuenta que no era otro que mi padre. Repitiendo con la misma fuerza de voz de antes, dijo:
- ¡DEJA DE JUGAR YA LLEVAS TODO EL DÍA DELANTE DEL TELEVISOR!.
Sin pensármelo dos veces me vestí rápidamente y me fui al parque con mis llaves en el bolsillo. Iba pensando en mis cosas y, sin que me diera cuenta, ¡estaba en el parque! Hasta ahora , todo iba bien , pero lo que yo no sabía, era ante lo que estaba, lo que me sucedería y que seguramente, aprendería una de las lecciones más importantes de mi vida.
A llegar al parque , ante mi sorpresa, estaba casi vacío y soplaba una brisa fresca, que daba sensación de abandono y soledad, así que pensé:
-Bueno, estará bien disfrutar de un poco de soledad.
Pero , ¡que equivocado estaba! . Nada más poner un pie en el parque , se escuchó un suspiro profundo, que inspiraba tristeza , dolor y sufrimiento.
Alcé la cabeza lentamente para ver de donde provenía tanto sufrimiento. Entonces una silueta humana que caminaba a paso lento y encorvada , de la que antes no me había percatado, apareció entre la niebla, de aquel día de invierno tan frío.
Me fui acercando, poco a poco con precaución. Pasando por los conocidos columpios, mientras iba al encuentro de aquella silueta , se escuchaba un rechino que hacía que el parque pareciera más abandonado aún.
Cuando llegué a una distancia desde la que se distinguía el rostro, como yo me imaginaba, era un anciano de unos ochenta años. Apenado por aquella situación ya que el pobre cargaba con un gran peso de bolsas de la compra ,incumpliendo lo que me habían dicho mis padres sobre acercarse a desconocidos, me dirigí hacia el y le pregunté tímidamente ¿si quería que le ayudara? El, estuvo mirándome con mirada de desconfianza unos segundos. Entonces comprendí que le pasaba algo con la juventud y le dije:
- ¡Hola ! me llamo Juan Carlos Prieto Campos y ¿usted se llama?
Rápidamente me miró con una sonrisa leve y dijo con una voz débil:
- Me llamo Rafael.
- Rafael, siempre me gustó ese nombre, pensé que podíamos mantener una amistad, pero aún no estaba del todo seguro.
Cuando el acabó la frase , le volví a preguntar:
- ¿Le ayudo con las bolsas?.
Me dio una de las tres pesadas bolsas que llevaba.
Le acompañé hasta su casa y subí con el en un pequeño ascensor de un bloque antiguo, con poca iluminación y un poco solitario y siniestro.
Su casa era pequeña, en ella sólo podría vivir una persona. Con un poco de vergüenza, le pregunté:
- ¿Y su esposa?.
Rápidamente le cambio la cara y señaló a una repisa que estaba a punto de caerse. En ella había un marco pequeño y antiguo, con el cristal roto y la madera del marco apulgarada en algunas partes en forma de círculo. Pronto, descubriría a que se debían unas marcas tan extrañas.
Cogí con un poco de asco el cuadro y le pregunté por la foto. En ella aparecía una mujer joven y bella con Rafael de la mano. Solo dijo una palabra antes de que una lágrima resbalara por su mejilla, esa palabra fue Victoria.
Enseguida le comprendí y en parte me sentí mal por haberle recordado esa mala experiencia. Pero el, a mi sorpresa dijo:
- Gracias.
No le entendí muy bien y con miedo le pregunté por sus hijos. El se levantó y fue a la cocina, yo tuve un poco de miedo , me quedé sentado en ese polvoriento y viejo sofá. Trajo un bote de Cola-Cao caducado de hace diez años. Entonces, comprendí la soledad a la que se enfrentaba día a día.
Me dio mucha pena, así que le hice una promesa, que no sabía si podía cumplir.
Le dije:
- Si tu quieres Rafael ve todos los días al lugar donde nos conocimos , allí estaré yo.
El asintió levemente.
Los tres primeros días asistió y fue una experiencia única y maravillosa que le recomendaría a todos, hablábamos de nuestros problemas, me contaba historias asombrosas sobre su juventud...
Al día siguiente faltó y me extrañó mucho así que me fui a mi casa. Faltó toda la semana siguiente y me extrañó demasiado, así que fui a su casa y nadie respondió.
Sabiendo que me metería en líos, llamé a la policía. Vinieron y no me dejaron entrar hasta que sacaron una camilla tapada con una manta, me quedé de piedra, una lágrima resbaló por mi mejilla y un frío invadió mi interior.
Con miedo, entré y observé un papel arrugado en aquel estante a punto de caerse. Era una nota y ponía lo siguiente:
Gracias por hacer que los últimos días de mi vida
no los pasara en soledad total.
Gracias porque sin ti, mis últimos momentos de vida no
habrían tenido sentido. Gracias a ti he podido dejar este
mundo en paz y tengo muy claro que sin ti habría
arrastrado mi soledad conmigo.
Gracias Juan Car
Seguramente , escribió esto en sus últimos momentos de vida, ya , que no llegó a terminar la nota. Miré al cielo y, le dije en mi mente:
- De nada.
Tenía una idea en mi cabeza , debía seguir ayudando a las personas, así que sin decir nada más , me fui del lugar con la nota en la mano y busqué a más gente. Encontré y ayudé a muchas más personas.
Pero nunca pude quitarme de la cabeza aquella silueta encorvada que andaba a duras penas atravesando la calle.
Aprendí que la vida es mucho mejor si se comparte, si se ayuda , si te relacionas. Y que lo mejor que puedes hacer por una persona es quererla y regalarle aquella cosa no material que cualquiera desea al final de su vida, UN AMIGO.
no los pasara en soledad total.
Gracias porque sin ti, mis últimos momentos de vida no
habrían tenido sentido. Gracias a ti he podido dejar este
mundo en paz y tengo muy claro que sin ti habría
arrastrado mi soledad conmigo.
Gracias Juan Car
Seguramente , escribió esto en sus últimos momentos de vida, ya , que no llegó a terminar la nota. Miré al cielo y, le dije en mi mente:
- De nada.
Tenía una idea en mi cabeza , debía seguir ayudando a las personas, así que sin decir nada más , me fui del lugar con la nota en la mano y busqué a más gente. Encontré y ayudé a muchas más personas.
Pero nunca pude quitarme de la cabeza aquella silueta encorvada que andaba a duras penas atravesando la calle.
Aprendí que la vida es mucho mejor si se comparte, si se ayuda , si te relacionas. Y que lo mejor que puedes hacer por una persona es quererla y regalarle aquella cosa no material que cualquiera desea al final de su vida, UN AMIGO.
Juan Carlos Prieto Campos (1º ESO IES Antonio Machado).