La habitación sin ventanas ni puertas
Para algunas personas estar atado de mano y piernas es solo un dicho, para mí, una verdad. Nunca olvidaré porque estoy aquí, mi historia no le pasa a cualquiera.
La lluviosa noche del 16 de diciembre, a las 1:00 de la madrugada iba yo corriendo en las oscuras calles de Manhattan. Estaba lloviendo muy fuerte, agarrándome a mi paraguas no podía parar de correr. Pedro, un amigo se iba un tiempo (no creía que fuera tanto) a Sevilla y me invitó a su casa a cenar.
Llegaba tarde, demasiado tarde…
Cuando llegué a su apartamento llamé a la puerta. No hubo respuesta…
Abrí la puerta, y vi su silueta, allí sentando en una silla, esperándome.
-Perdona por llegar tan tarde, jeje- me excusé yo.
De repente un rayo cayó cerca e iluminó la cara de Pedro. Ojos desorbitados, cara pálida y con un agujero en la frente. Estaba muerto.
Me armé de valor y con paraguas en mano inspeccioné habitación por habitación. No había nadie. Mientras que inspeccionaba las habitaciones 3 puntos me llamaron la atención: No había ninguna pisada, solo las mías, la puerta no estaba forzada, por lo tanto, Pedro conocía al asesino (otra prueba incriminatoria) y la tercera y última el arma del crimen no estaba por ningún lado.
Un sonido de sirena me hizo despertar de mis pensamientos.
La policía estaba aquí, intenté escapar por las ventanas, coches de policía por todas partes.
Estaba encerrado como una rata, sin escapatoria, acorralado.