Querida Sara:
¡Tantas cosas que contar y tan pocas palabras!...Si tan solo pudiera expresarte los sentimientos que ahora me atormentan… ¡Sara!...lo hizo, ¡me engañó! Yo confié en él y el jugó con mi corazón como si de un juguete se tratara, un juguete que abandonas cuando te regalan otro nuevo. Sí, lo sé, me lo advertiste, y sabes bien, pues me conoces, que pienso que como hermana mayor estás dotada de mayor experiencia y sabiduría que yo, pero Sara, hermanita, ¡esta vez no podía hacerte caso!...Pensar que el amor de mi vida, mi vida misma, ¡él!, me ha traicionado… ¡Ay de mí! Sin él no tengo vida… ¿Qué puedo hacer?...Se ha ido con ella, la que sólo era su amiga y que yo “con mis desmesurados celos veía como enemiga cometiendo un gran error”… ¡Ella! ¿Qué tiene ella que yo no pueda darle? ¿Acaso es más guapa, más divertida? ¿Acaso ella le ama…? ¡No! ¡Eso si que no! Nadie en el mundo le amará como yo… ¡Oh Sara! ¡Que desgracia la mía!... Cuantas veces he sentido ser la persona más feliz del mundo y que lejanos veo esos sentimientos ahora… Ya no soy la de antes, ni lo seré, mi vida está vacía y sin rumbo, pero he de seguir, y de resignarme, pues eso es lo único que me queda ahora, resignación… Debo ser valiente y seguir adelante, arrastrando tras de mí esta pesada carga, inevitable y dolorosa, que es la vida sin amor, sin Mi Amor.
¡Adiós Sara, hermanita!