Este periódico escolar nace como una aventura en la que un grupo de alumnos y de profesores quieren explorar las posibilidades de las herramientas de comunicación que existen en Internet. Está abierto a la colaboración de alumnos y profesores de nuestro Instituto.
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martes, 26 de abril de 2011

Un error, una lección

UN ERROR, UNA LECCIÓN

En todos los institutos, hay todo tipo de adolescentes; desde la más ricachona que presume de coche cada seis meses, hasta el más sencillo que apenas se puede comprar un libro.
Pues bien mi instituto no era distinto.

Viví en un barrio donde nunca había silencio ni soledad en sus calles. Siempre había coches pitando, perros ladrando y gente comprando en le mercado de la plaza a todas horas. Nos tuvimos que mudar a la cuidad porque a mi madre la trasladaron allí, y nos alojamos en un piso donde el sol brillaba en sus cristales hasta que se ocultaba tras el verde horizonte.
A mí me gustaba vivir en el pueblo. Pero como a la gran mayoría de chicas de dieciséis años, también me gustaba comprara ropa, y viviendo sobre un centro comercial lo tenía mas fácil.
Así, un mes de septiembre comenzó mi nueva vida en le centro urbano junto a mis padres y a mi hermana Lucía, dos años menor que yo.
El primer día de instituto estaba muy nerviosa, pensaba como serían mis nuevos amigos y si me adaptaría bien a ellos. Fue fácil porque todos fueron muy simpáticos conmigo, pero sobre todo me agradó la compañía de María, la chica que se sentó a mi lado.
En el recreo, aproveché para que María me presentara al resto de compañeros. Todos me cayeron muy bien, incluso Patricia, que apenas se hablaba con María. Por la tarde quedé con mi nueva amiga y me contó que ella vivía con su abuela porque sus padres murieron en un accidente hacía unos cinco años, cuando ella apenas tenía diez, pero lo llevó hacia delante con el apoyo de su mejor amiga, Patricia. Entonces le pregunté que por qué ahora no le caía bien. A mi me parecía simpática, aunque en ocasiones algo creída, pero aún así me resultaba agradable. A la anterior pregunta, María me respondió que siempre pasaba lo mismo, al principio era la mejor amiga del mundo pero cuando menos te lo esperas te daba un apuñalada por la espalda. No lo entendí muy bien pero tampoco le di más importancia.

Ese fin de semana conocí a Luis un chico muy guapo amigo de Patricia. Estuvimos en su cumpleaños y me lo pasé muy bien. Hablé mucho con Luis y me pareció una gran persona era sencillo simpático y muy extrovertido. Me gustó mucho pero por lo visto él estaba enamorado de Patricia.
El lunes en le recreo estuve con María, y le conté mi experiencia. Le dije que me había fijado en Luis y ella me contó que Luis y Patricia habían estado juntos pero no congeniaron muy bien y lo dejaron en amistad.

El Miércoles tenía un examen de Filosofía, así que estuve estudiando toda la tarde hasta la ocho, que me puse en le ordenador. Estuve chateando con Luis y cada vez me caía mejor. Le di mi numero de móvil por si algún día quedábamos, y el me dio el suyo también.
Le conté a Patricia que me gustaba mucho Luis, y le pregunté si yo podría tener posibilidades de salir con el. Ella me dijo que a lo mejor, porque era muy guapa pero que si perdiese algún kilito que otro tendría mas posibilidades. Pensé que era verdad por lo que empecé mi propia dieta.

Con los pequeños detalles como suprimir las palomitas del sábado, el helado del viernes y dejar a un lado la carne, conseguí perder esos michelines que me sobraban. Al cabo de dos meses me puse en siete kilos menos.

Estuve quedando con Luis varios fines de semana. Un viernes salimos juntos al cine y a la hora de comer me dijo que le había empezado a gustar y que sí quería, que tuviéramos algo mas que esta amistad. Yo sin dudarlo le dije que sí, y estaba muy contenta, sabía que gracias al consejo de Patricia para perder peso ahora estaba con Luis y era feliz.

El lunes le conté a Maria que había empezado a salir con Luis gracias a Patricia. María me dijo que dejara ya la dieta, que había perdido ya suficiente peso y que ya estaba con Luis. Pensé que tenía razón y así lo hice.

Por la tarde quede con Patricia para ir e compras y le conté toda la historia de Luis. Ella no parecía muy contenta con la noticia pero disimuló y sonrió. Para merendar me paré en una heladería mientras Patricia pagaba unos zapatos. Salí con el helado y esperé a Patricia en la puerta de la tienda, y cuando salió me tiró el helado al suelo y empezó a decirme que qué estaba haciendo, que si estaba loca y que de este modo me pondría otra vez como una foca y Luis me dejaría. Yo no le contesté, cogí un taxi y volví a casa.
Llamé a María y le conté lo sucedido sin para de llorar y me dijo que no le diera más importancia, que todo se solucionaría. Mi hermana, que también estuvo conmigo me dijo que Patricia no le parecía una buena amiga, porque una amiga no le da un espectáculo a otra ni la llama foca. Yo, en vez de darle la razón, pensé que Patricia tenía razón y que lo hacia por mi bien.

Al día siguiente, Patricia se acercó a mí y me pidió perdón. Le reproché que había más maneras de decir las cosas y ella me dio la razón, pero me dijo que lo decía por mi bien, lo entendí y nos perdonamos. También me comentó que me planteara lo de dejar la dieta, que si la dejaba recuperaría los kilos, y así fue como volví a la dieta.
Poco a poco y sin apenas darme cuenta, empecé a perder peso cada semana que pasaba y al mirarme al espejo me sentía muy satisfecha de conseguir lo que me proponía sin apenas esfuerzo, porque dejé de tener el apetito que había tenido siempre, así que perder peso para mí se convirtió en algo habitual.

Notaba que Luis me miraba más, además Patricia me decía que él le hablaba mucho de mí. La que estaba mas disgustada era María .Me decía que Patricia me estaba metiendo cosas extrañas en la cabeza y que Luis era un tipo al que no le gustaban las chicas tan delgadas. Lucía, mi hermana, pensaba lo mismo pero yo me deje guiar por Patricia porque hasta ahora gracias a ella todo me había ido muy bien.
Mi madre empezó a preocuparse, me decía que yo era una chica muy mona y con un gran por venir. Para ella era la más guapa del mundo y no quería que mi cuerpo diera un cambio tan radical en tan solo unos meses. Decía que mi belleza la estaba convirtiendo en huesos y que si seguía así podría llegar a ser una enfermedad.
Yo no le eché cuenta, sabía que vomitar después de comer de vez en cuando no era tan malo, pero poco a poco se convirtió en algo habitual, algo que no podía controlar.
Mi madre no lo sabía, pero un día me dejé la puerta del baño encajada y mi hermana me escuchó vomitar. Se preocupó muchísimo porque mi cara estaba muy pálida. Me dijo que si me volvía a ver se lo contaría a mi madre y lo hizo. Me sentí traicionada, nunca me hubiera esperado algo así de ella.
Luis me dejo, porque por lo visto, había empezado una relación con Patricia. Yo no salía últimamente porque estaba muy débil con fiebre y vomitaba muy habitualmente sin provocarlo. María me traía los deberes y me visitaba todos los días. Un día, llamó al timbre y nadie respondió. Me habían ingresado de urgencias en el hospital porque caí en una enfermedad llamada bulimia.
Cuando me repuse un poco, me ingresaron en un centro de adolescentes con problemas como el mío o como la anorexia. Me sentía muy sola y deprimida cuando pensaba en lo de Luis y Patricia. Tendría que haberle echo caso a Maria, ella sí que era una amiga; y a mi hermana, que me lo había advertido. Pero estuve ciega, no me di cuenta de que no me hacía falta estar delgada para conseguir estar con Luis, que si él me quería, tendría que hacerlo tal y como era, con unos kilos de más. Además nadie es perfecto y todo el mundo tiene que vencer sus complejos.
Patricia había sido muy cruel haciéndome creer que para enamorar, hay que dejar de comer y estar delgada. Ella me había hecho engañarme a mí misma, y fue por Patricia, la que yo creía una buena amiga, por la que destruí mi vida y la de los que me querían.
Al final me recuperé con mucho trabajo y cariño, y gracias al apoyo incondicional de mi familia y de María.
Esta etapa de mi vida, me enseñó una lección: que la belleza está en el interior y que nadie es perfecto. Que todo el mundo tiene complejos que hay que vencer, y qué mejor manera que con el apoyo y la ayuda de una familia que te quiere y una buena amiga.