LA VENGANZA DE LA MADRUGADA
Una noche de invierno, un viajero en una negra y larga capa de viaje cruzaba un bosque por un sendero abierto entre la maleza. Pese al frío, el viajero siguió andando con un ritmo ininterrumpido, que hacía ver que el misterioso personaje no notaba ni percibía el intenso frío que hacía allí.
Pronto llegó hasta una cochambrosa cabaña, que parecía ser el destino de su viaje. Se plantó frente a la puerta justo cuando una pequeña llovizna empezaba a caer. Alzó la mano y golpeó la carcomida puerta, que amenazaba con caerse de un momento a otro.
Estuvo lo que parecieron horas esperando frente a la puerta de la cabaña, hasta que al final, se abrió la puerta y bajo el umbral de esta vio aparecer un hombre que sostenía un pequeño farol, que alumbraba lo justo para que le pudiese ver la cara; una cara surcada de arrugas, con unos ojos de un azul tan claro que parecían transparentes, una nariz muy chata, como si le hubiesen pegado un portazo en la cara, y una boca que parecía no tener labios. Iba encorvado, cubierto con lo que parecían unas mantas sucias, viejas y rotas.
Cuando vio aparecer a ese hombre, lejos de asustarse, su cara mostró una expresión casi de asco. El motivo que lo había llevado a abandonar su cama en el hospital, estando enfermo Terminal, no era otro que…la venganza. La sed de venganza, pues el hombre que se hallaba ante él no era otro que el asesino de su progenitor, al que había matado a raíz de una pelea en un bar de mala muerte.
- ¿Es usted?-preguntó el misterioso viajero, dispuesto a atravesar el umbral de la puerta; divisó un espejo en la pared de enfrente, en el cual vio su enfermizo rostro.
- No creo necesaria esa pregunta-respondió con una voz cascada por el terror el
anciano-Sé para lo que has venido, pero lo que vas ha hacer no te devolverá a tu padre.
- Por sorprendente que le parezca, he de decirle que se equivoca. Me queda poco tiempo, puede que minutos; pero si me voy de este mundo, será acompañado de usted- del viajero emanaba una frialdad que tenía paralizado al anciano de puro terror; un terror que éste trataba disimular. El misterioso personaje se acercó al anciano con pasos temblorosos, acusadores de la fiebre que en él aumentaba-La venganza es un palto que se sirve frío, y en su caso se está helando. Ya hace dos años del incidente que le costó la vida a mi padre, y esta noche usted se reunirá con él; aunque lo más probable es que lo próximo que vea usted sea el infierno.
Y dicho esto, sacó de su capa una navaja y, antes de cometer el crimen, en son de burla, preguntó con una cruel sonrisa dibujada en sus labios:
- ¿Sus últimas palabras?
- Sí; espero que te pudras en el infierno por la cobardía que has demostrado y demostrarás al cometer un acto tan repugnante como el asesinato de una persona indefensa-declaró el viejo, con el odio y el miedo dibujado en su anciano rostro.
- ¡Mi padre también estaba indefenso!-chilló el viajero, alterado por primera vez- ¡Estaba borracho y usted fue tan miserable que le partió una botella en la cabeza!¡¿Quién es más miserable de los dos?!-se tranquilizó-Y ahora lo vas a pagar.
Y le clavó la navaja en el corazón. Vio como el viejo se convulsionaba y boqueaba, sin sentir una pizca de remordimiento. Ya estaba dispuesto a marcharse cuando se desplomó junto al cadáver (ahora inmóvil) del anciano. Se quedó allí inerte, quieto, muerto. Por el bosque se vio acercarse, como flotando, a la maldita y conocida figura con guadaña, dispuesta a arrancar de este mundo a otras dos almas que por fin hallarían el descanso eterno.
Una noche de invierno, un viajero en una negra y larga capa de viaje cruzaba un bosque por un sendero abierto entre la maleza. Pese al frío, el viajero siguió andando con un ritmo ininterrumpido, que hacía ver que el misterioso personaje no notaba ni percibía el intenso frío que hacía allí.
Pronto llegó hasta una cochambrosa cabaña, que parecía ser el destino de su viaje. Se plantó frente a la puerta justo cuando una pequeña llovizna empezaba a caer. Alzó la mano y golpeó la carcomida puerta, que amenazaba con caerse de un momento a otro.
Estuvo lo que parecieron horas esperando frente a la puerta de la cabaña, hasta que al final, se abrió la puerta y bajo el umbral de esta vio aparecer un hombre que sostenía un pequeño farol, que alumbraba lo justo para que le pudiese ver la cara; una cara surcada de arrugas, con unos ojos de un azul tan claro que parecían transparentes, una nariz muy chata, como si le hubiesen pegado un portazo en la cara, y una boca que parecía no tener labios. Iba encorvado, cubierto con lo que parecían unas mantas sucias, viejas y rotas.
Cuando vio aparecer a ese hombre, lejos de asustarse, su cara mostró una expresión casi de asco. El motivo que lo había llevado a abandonar su cama en el hospital, estando enfermo Terminal, no era otro que…la venganza. La sed de venganza, pues el hombre que se hallaba ante él no era otro que el asesino de su progenitor, al que había matado a raíz de una pelea en un bar de mala muerte.
- ¿Es usted?-preguntó el misterioso viajero, dispuesto a atravesar el umbral de la puerta; divisó un espejo en la pared de enfrente, en el cual vio su enfermizo rostro.
- No creo necesaria esa pregunta-respondió con una voz cascada por el terror el
anciano-Sé para lo que has venido, pero lo que vas ha hacer no te devolverá a tu padre.
- Por sorprendente que le parezca, he de decirle que se equivoca. Me queda poco tiempo, puede que minutos; pero si me voy de este mundo, será acompañado de usted- del viajero emanaba una frialdad que tenía paralizado al anciano de puro terror; un terror que éste trataba disimular. El misterioso personaje se acercó al anciano con pasos temblorosos, acusadores de la fiebre que en él aumentaba-La venganza es un palto que se sirve frío, y en su caso se está helando. Ya hace dos años del incidente que le costó la vida a mi padre, y esta noche usted se reunirá con él; aunque lo más probable es que lo próximo que vea usted sea el infierno.
Y dicho esto, sacó de su capa una navaja y, antes de cometer el crimen, en son de burla, preguntó con una cruel sonrisa dibujada en sus labios:
- ¿Sus últimas palabras?
- Sí; espero que te pudras en el infierno por la cobardía que has demostrado y demostrarás al cometer un acto tan repugnante como el asesinato de una persona indefensa-declaró el viejo, con el odio y el miedo dibujado en su anciano rostro.
- ¡Mi padre también estaba indefenso!-chilló el viajero, alterado por primera vez- ¡Estaba borracho y usted fue tan miserable que le partió una botella en la cabeza!¡¿Quién es más miserable de los dos?!-se tranquilizó-Y ahora lo vas a pagar.
Y le clavó la navaja en el corazón. Vio como el viejo se convulsionaba y boqueaba, sin sentir una pizca de remordimiento. Ya estaba dispuesto a marcharse cuando se desplomó junto al cadáver (ahora inmóvil) del anciano. Se quedó allí inerte, quieto, muerto. Por el bosque se vio acercarse, como flotando, a la maldita y conocida figura con guadaña, dispuesta a arrancar de este mundo a otras dos almas que por fin hallarían el descanso eterno.