PROMÉTEME QUE VOLVERÁS…][*
Por fin llegó aquella mañana. John y su hermana estaban muy contentos… por fin iban a tener las vacaciones que siempre soñaron junto a su padre, el capitán de la brigada inglesa Steven Jackson.
Como su padre era un importante capitán, nunca antes habían podido salir todos juntos de vacaciones. Este año parecía que sí. Ya lo tenía todo listo…el hotel, el avión…todo, e incluso John había preparado una enorme maleta con juguetes para que su hermana Anika de tan solo cuatro años no se aburriese en el viaje. Todo parecía ir sobre ruedas, pero de pronto llamaron a la puerta. La señora Jackson corrió a abrirla creyendo que era su anciana vecina Lorena. Ella había sido como una abuela para sus hijos, y pensaba que venía a despedirse de ellos. Elisabeth, que así se llamaba la señora Jackson , observó por la mirilla y de repente se borró la sonrisa de su rostro; parecía como si algo muy desagradable pasase, algo que de un momento a otro pudiera cambiar todos sus planes. Se apresuró a abrir la puerta:
-Buenos días, Sargento Marclán.
Era uno de los sargentos de la brigada de su marido. Algo iba mal, lo presentía, así que lo llevó de inmediato junto a su marido, que estaba en el salón junto a John y Anika ultimando los mínimos detalles antes de partir.
El capitán Steven condujo hasta su despacho al sargento. Una vez allí, se acomodaron en unos sillones que había junto a la mesa de trabajo del capitán, pues parecía que el asunto que había llevado por allí al sargento no era un simple asuntillo , un juego de niños... no, era un grave asunto que llegó incluso a cambiar por completo los planes de la familia.
Mientras tanto, la señora Jackson se había puesto a jugar con sus hijos ya que empezaban a impacientarse por la tardanza de su padre y el señor Marclán.
Al cabo de cuatro horas y media, salió del despacho el señor Marclán. Su rostro era el de un hombre preocupado y su actitud fue muy extraña. Simplemente salió del despacho, miró a los niños y le dijo a la señora Jackson: “LO SIENTO”
Elizabeth corrió asustada al despacho de su marido. Allí encontró a un hombre totalmente diferente al que había entrado al despacho cuatro horas antes. Parecía desganado y su rostro reflejaba tristeza y coraje al mismo tiempo. AL cabo de unos segundos le dijo a su mujer:
-LO SIENTO… yo no quería que pasase todo esto, pero debo marcharme. El ejército de Afganistán se dirige a atacarnos, llegan por el norte y son demasiados. Inglaterra necesita la ayuda de mis hombres, y yo, como capitán, debo marcharme junto a ellos. Pronto entraremos en guerra…así que, pase lo que pase…no me olvides.
Ella al escuchar la terrible noticia no supo que hacer. Su cara palidecía pro momentos y de pronto empezó a llorar angustiadamente. Cuando la hubo calmado, el capitán fue a la sala a darle la terrible noticia a sus hijos. Primero, antes de contárselo, se quedó fijamente mirando a sus hijos. Les veía tan ilusionados viendo fotos y revistas del lugar al que pensaban ir que no puedo contenerse y se le saltaron las lágrimas.
El señor Jackson entró en la sala y llamó a su hijo. Se lo sentó en sus piernas y comenzó a hablar con él. El pequeño parecía como si intuyera algo. Aunque tuviese tan solo diez años, era un niño muy listo y sabía que algo raro pasaba desde la llegada del señor Marclán.
-Hijo, tú sabes que yo tenía muchas ganas de hacer este viaje…pero también sabes que mi trabajo es muy sacrificado, y pues…cuando el enemigo se dispone a atacarnos hay que estar ahí; no se puede tomar uno unas vacaciones ¿Lo entiendes?-El pequeño John asintió. A pesar de su pequeña edad, era un muchacho muy comprensivo, pero de pronto dijo algo:
-Pero…papá.
-Si, hijo.
-¡Prometeme que volverás!
Aquellas palabras le llegaron al capitán al corazón.
-Sí hijo…-le contestó-Pero, antes de irme, tienes que prometerme que ahora que yo no voy a estar tú serás el hombre de la casa; cuidarás de mamá y de Anika como yo lo he hecho hasta ahora de vosotros ¿Vale?
John asintió con la cabeza y de repente se fundió en un tierno y cálido abrazo con su padre. La pequeña Anika no entendía qué pasaba pero, para no ser menos, se levantó del suelo, salió corriendo hacia sus padres y los abrazó con todas sus fuerzas.
Gracias a esto, la pequeña Anika consiguió sin darse cuenta arrancar de su padre la última sonrisa antes de marcharse.
A la mañana siguiente, John y Anika se despertaron sobresaltados.¡Alguien lloraba! Desde la sala de estar se escuchaba a alguien llorar.
Los niños bajaron las escaleras con cuidado hasta llegar a la sala. Allí se encontraron a su madre, sentada en el sofá viendo fotos de su boda con el capitán. Se la veía triste, como si se le estuviera cayendo el mundo encima.
Anika, como era pequeña , y aún era temprano simplemente se tumbó en el sofá, al lado de su madre, y se quedó dormida.
El pequeño John se dio cuenta de que su padre se había marchado y se sentó junto a su madre para que no se sintiera sola.
Pasaron días, semanas e incluso meses y ninguno había tenido ninguna noticia del capitán. John, todos los días, escuchaba la radio antes de ir al colegio para ver si decían algo de su padre y por las noches le escribía cartas que, a pesar de mandarlas y mandarlas, nunca obtenían contestación.
Una mañana estaban los tres desayunando y escucharon una sirena de policía .Corrieron hacia la puerta porque creían que había llegado su padre, pero al abrir la puerta se llevaron una gran desilusión ya que simplemente vieron bajarse del coche al sargento Marclán.
Ellos sospechaban que traía malas noticias, pero nunca se esperaron lo que el sargento les iba a decir. Marclán se quedó mirando a los niños. Su rostro reflejaba mucha tristeza. La señora Jackson intuyó algo y dijo con un tono temeroso:
-Dígame que no, por favor, sargento, que no es lo que estoy pensando…por favor…
El sargento Marclán no se pudo contener y se le saltaron las lagrimas : “LO SIENTO”, les dijo . La señora Jackson no podía más y rompió a llorar de manera extraña. Se la veía triste y a la vez tranquila porque ya por lo menos sabía que su marido había muerto, pero antes no podía vivir con la incertidumbre de si estaba vivo o muerto. En cambio, John, no pudo contenerse, miró al cielo y gritó:
-Mentiroso, te odio, ya no te quiero. ¡Me prometiste que volverías! Yo cumplí mi parte del trato y cuidé de mama y de Anika, y en cambio tú…
John no pudo más y salió corriendo hacia su cuarto llorando desconsolado.
Al cabo de un par de meses Elisabeth decidió mudarse a un pequeño pueblo cerca de la ciudad para intentar olvidarse de todo, pero lo que nunca imaginaban era la sorpresa que les esperaba allí.
El día 4 de Agosto, la señora Jackson y sus hijos se fueron al pueblecito.
A los pocos días, un militar con un brazo escayolado y muchas heridas y arañazos llamaba a la puerta de los Jackson; pero, al ver que estaba vacía y sin rastro de sus moradores, se acercó de inmediato a la casa de la vecina, la señora Lorena.
-Pero, Steven, hijo,¿Qué haces aquí? Tú, tú, tú…
-Si señora. –Le contestó-Todos creen eso. Hubo un bombardeo y me dieron por muerto. Pero, ahora, vamos a la importante,¿Y mi familia?
La señora Lorens le estaba explicando lo ocurrido con voz temblorosa porque estaba muy afectada. Aún no había terminado de decírselo, cuando el capitán ya estaba en camino. Al llegar su esposa estaba regando las flores en el jardín.
Él no pudo contener su alegría y se lanzó a abrazarla. Ella, al verlo allí, que no estaba muerto comenzó a llorar de la alegría y chilló cuanto pudo para llamar a sus hijos.
John estaba saliendo cuando se quedó paralizado en la puerta al ver a su padre.
-¿Eres de verdad? –Le preguntó-
-Sí, hijo, soy papá.
John salió corriendo, abrazó a su padre y éste lo cogió. En esos momentos, John lo miró a los ojos y le dijo:
-Papá, a partir de ahora siempre te creeré, cada vez que ME PROMETAS QUE VOLVERÁS.