LOS SOLTRAS:
Todo comenzaba a emborronarse, estaba oscuro, una inmensa oscuridad que me envolvía y que hacía que mi corazón latiera más y más fuerte o tal vez estaba equivocado y sólo era el golpeteo de los enormes meteoritos sobre el cristal de mi nave de la que ya hacía un minuto y medio que había perdido el control. Cada segundo se me hacía más y más largo, sabía que no sobreviviría pero no podía sentir nada ,me gustaría haber sentido algo aunque hubiera sido por una vez en mi vida, aunque el único sentimiento que hubiera albergado en sólo 60 años hubiera sido el dolor o la desesperación. Lo último que vi antes de desplomarme en el suelo de mi nave fue cómo una enorme bola de fuego se aproximaba a mí con una velocidad vertiginosa.
De repente una enorme claridad que entraba por la pequeña ventana situada encima de mi cabeza me hizo despertar. No sabía donde me hallaba, todo era extraño para mí, estaba un poco aturdido pero por suerte no había sufrido daños, ni un solo rasguño aunque no podía decir lo mismo de mi nave. Algo enorme que se extendía hasta donde mi vista podía alcanzar me impactó, era algo único que sin duda no había visto antes, algo que en mi planeta no existía, era celeste y lo que provenía de él era tan purificante. Por un momento todo fue perfecto, me sumergí en un mundo inexistente donde todo era pacífico y sobre todo muy tranquilo, pero mi delirio solo duró unos segundos hasta que me di cuenta que seguía tumbado en el suelo de mi nave y recordé por qué había salido de mi planeta en busca de otro que sin duda no era este. Me levanté y me aproximé a la radio asegurándome que no funcionaba. Una idea asaltó mi mente y tras considerarla dos segundos decidí aceptarla y me apresuré a salir al mundo exterior.
Estaba desconcertado por lo que ante mis ojos se extendía era muy bonito pero aún así mi mano palpaba la mortal pistola que tenia en la parte posterior de mi pantalón. Continué caminando todo era muy tranquilizante pero conforme más se relajaba mi mente, más se tensaba mi cuerpo, no sabía por que pero algo me decía que ese planeta me cambiaría la vida.
Llevaba varios días andando y mi cuerpo casi no se sostenía en pie, ya que sólo había comido algunos víveres que habían resistido al impacto de mi nave con este hermoso planeta. Parecía que el bosque no se acababa nunca pero al fin me pareció ver un claro al final del camino. Sentía que en cuestión de segundos me desvanecería por eso corrí hasta ver lo que me esperaba al otro lado del bosque. Lo primero que observé al salir fue un conjunto de casas todas blancas e idénticas, la calle estaba desierta y muy bien cuidada, parecía una ciudad fantasma pero entonces apareció una pareja de ancianitos: la mujer era de estatura pequeña, pelo canoso y bastante escaso, llevaba puesta una falda roja y una blusa blanca, esta me llamó más la atención que su esposo puesto que miraba a su marido todo el rato y en sus ojos se reflejaba una vida llena felicidad, me sentí envidioso por saber que nunca sabría realmente lo que era pero entonces la vi: era hermosa, no podía apartar la vista de ella, se parecía físicamente a mí pero a la vez parecía muy frágil. Mi respiración se entrecortaba y mis sentidos se me congelaban con su mirada indefensa. Mi vida cambió nada más que la vi. Descargas eléctricas recorrían mi cuerpo impulsándome hacia ella, no podía dejar de mirar, sus ojos grises me recordaban a mi planeta, allí todo era gris y muy triste, su pelo negro y rizado, todo en ella era perfecto. No controlaba mi cuerpo; cuando reaccioné ya era demasiado tarde, me encontraba delante de ella, esta retrocedió, en sus ojos se reflejaba el espanto, entonces me di cuenta que tenía la ropa rota y muy sucia. Ella me preguntó si estaba bien pero mi boca no respondía, finalmente pude decirle que si me podía ayudar y ella me ofreció su casa hasta que me recuperara. Anduvimos un par de manzanas hasta que llegamos a una casa que era muy grande pero que estaba un poco sucia y descuidada y tenía unos grandes ventanales y un color amarillo sucio. Nada más entrar había un largo pasillo a partir del cual se separaban todas las habitaciones, ella me dirigió hasta el baño y me dio unas toallas y un pijama de hombre que era un poco viejo, así que supongo que sería de su padre. El baño era muy pequeño, con unas ventanas muy chicas, de no más de dos palmos, también había un armario de madera que estaba casi vacío, la bañera estaba situada en la parte derecha de la habitación ocupando gran parte de esta. Después de observar lo que me rodeaba me metí en la bañera, mientras me lavaba no paraba de repetir en mi mente la conversación que habíamos tenido de camino a la casa:
-Bueno y, ¿cómo te llamas?
-Jaltor
-¿Y tú?
-Liss
No paraba de repetirme ese nombre en la cabeza, nunca lo había escuchado pero me parecía tan hermoso.
-¿De dónde vienes?
-Seguro que no lo conoces está muy lejos.
-¿Qué te ha pasado?
-He tenido un accidente
-¿Cuántos años tienes?
-¿Cuántos me hechas?
-veinticuatro
Su respuesta me sorprendió, esa edad la pasé hace mucho tiempo pero no podía decirle que tenía 60 puesto que desconocía todo de ese planeta y posiblemente me tomaría por loco. No le podía decir la verdad pero su mirada de ángel me hacía que no le pudiera mentir, sabía que si me volvía a mirar de esa manera le diría todo lo que ella quisiese, pero por suerte ya habíamos llegado.
La noche se me hizo muy larga, no paraba de pensar en ella, pero a la misma vez me repetía una y otra vez por lo que estaba allí, mi misión. A la mañana siguiente me desperté sobre las 8 , Ella estaba sentada en el sofá haciendo punto de cruz, todo en este planeta me parecía tan extraño ,en mi planeta no existían más colores que no fueran el gris o el negro; por eso, los árboles, las casas, todo era novedoso y excitante, hasta el pequeño pañuelo de punto violeta que Liss hacía con tanto amor.
Los días transcurrían con normalidad, empezaba a acostumbrarme a aquel lugar que el destino había decidido para mí. Pero tenía que seguir con mi misión, la misión que desde pequeño mi mundo me había inculcado, conquistar un planeta y dejar Soltra, que era la viva imagen de una ciudad consumida por el espanto. La única ventaja de no poder sentir era no sentirme precisamente culpable del crimen que se cometería en este hermoso lugar, la extinción de la raza humana, la extinción de aquella mujer, de Liss.
Todas las mañanas volvía a mi nave e intentaba arreglar la radio para así poder hablar con Soltra e informarles sobre este planeta, el planeta Tierra. Respecto a mi relación con Liss, todo era perfecto, en Soltra no había chicas cómo ella, era tan niña, tan indefensa y tan fuerte a la vez. No sabía como comportarme con ella, en mi planeta era todo más fácil, la mujer no tenía autoridad, ella no decidía con quién se casaba ni nada ,pero con liss era diferente, no sabía cómo se hacía lo de casarse en este planeta pero aunque hubiera sido como en mi tierra nunca la hubiera obligado a casarse conmigo si ella no quería, a ella no.
Hoy salí como todas las mañanas a arreglar la radio, ya mismo la terminaría eso me haría feliz o al menos lo pensaba. Sólo me faltaba una pieza pero no la tenía así que tuve que ir a la tienda, pero al salir de esta me encontré con mi propia sentencia, eran unos chicos que se estaban riendo y por sus mentes no pasaba nada bueno, delante de ellos mi debilidad, mi Liss. Ella andaba con paso rápido y sin mirar hacia atrás pero esos chicos la estaban siguiendo, sentí el miedo en sus ojos y una gigantesca ira comenzó a recorrer mi cuerpo, dejando que mi instinto animal me envolviera nada más que Liss dobló la esquina, y después me di a la fuga dejándolos mal heridos puesto que aunque mi apariencia fuera humana mi fuerza no.
Pensando en lo que había ocurrido me fui a mi nave y terminé de arreglar la radio, busqué la frecuencia y cuando contestaron de Soltra…no pude no podía dejar que destruyeran lo más parecido que había tenido a un hogar y a una familia. Mi corazón me decía que tenía que ir a por Liss y decirle que se casara conmigo y que la quería pero dos manzanas antes de llegar a su casa la vi, no lo podía creer, un chico le puso un anillo y después se abrazaron como si les fuera la vida en ello, en sus ojos se veía un amor, una pasión que me fulminó en mil pedazos. Comencé a caminar en sentido contrario mientras que mi cuerpo se relajaba más y más.¿que destino escoger? ¿Mi planeta quizás? No…
A sólo unos centímetros del borde del enorme abismo que se extendía bajo mis pies supe que no había vuelta atrás, que todo había acabado para mí. La lluvia resbalaba por mi cuerpo y hacía que se formara barro bajo mis pies .Con el tiempo había apreciado todo lo que había en este planeta, el más maravilloso detalle como las nubes blancas y esponjosas o el sol, para mí esto ya no era una misión sino mi hogar. Mis pies se aproximaron al borde y mis manos se extendieron como si de pájaros se trataran, mis ojos se cerraron muy fuerte después de ver aquel inmenso celeste que me había impresionado el primer día ,el cielo, y de pronto sentí el aire, el dulce aire que me llenaba los pulmones y me mantenía con vida pero en este momento no podía hacer nada, ya que en sólo unos segundos mi cuerpo impactaría contra el suelo y mis sueños se desparramarían por él, llenándolo de sangre. Todo se enrojeció y por mi mente pasaban las imágenes de toda mi vida una tras otra mientras que lo rojo se volvía negro, y entonces supe que me había equivocado en todo, ya que siempre quise tener sentimientos y los tuve pero esos mismos fueron los que me llevaron a estar aquí, el dolor y la desesperación me llevaron a estar tirado en medio de la nada. pero lo peor fue darme cuenta que siempre estaría en algún lugar entre el olvido y ninguna parte. Y todo se volvió negro.