UN SUEÑO
Eran las cuatro y media de la madrugada. La casa estaba completamente dormida, llamaron al timbre.
Mis padres no se despertaron, pero yo ya estaba despierto. Así que, me levanté aterrorizado y abrí la puerta. Allí no había nadie, miré a la derecha y a la izquierda, nada, solo el silencio de la ciudad por la noche. La cerré pensando que sería cualquier ''graciosillo'' que le había dado por fastidiar. Camino de la cama volvió a sonar el timbre y, volví a abrir la puerta. La misma persona me había vuelto a tomar el pelo; pero antes de cerrarla, sentí algo encima de mis zapatillas. Miré abajo un poco aturdido y, sobre mis pies se encontraba un ser espeluznante: con orejas de burro, cuerpo de conejo, ojos de gato y cara de perro. Pensé el animal que podría ser, pero no se me ocurrió ninguno. Asustado, se fue corriendo, pero dejó un sobre. Lo cogí y comencé a leer:
Querido Nicolás: -¿cómo sabe mi nombre? Pensé.- ''Soy el rey del Mundo Perdido, te pido ayuda. Mi mundo está desapareciendo y estoy gravemente enfermo''.
El despertador me avisó de que eran las ocho y tenía que ir al instituto. Ya olía a tostadas que prepara mi madre y a la colonia que se echa mi padre para ir a trabajar. Me sentí orgulloso, todo había sido un sueño.
Me levanté, me vestí, y al coger la mochila, me encuentro con el mismo sobre, aquel que me dio ese bicho en sueños. No podía ser, todo fue un sueño...O quizás no.
Lo dejé donde estaba, no quería no siquiera tocarlo. Así que, me fui a desayunar y después, al instituto. Cuando volví, mi madre estaba limpiando mi habitación. Entré, la saludé y le pregunté por el sobre. Me dijo que no había visto ningún sobre; me sentí aliviado, pues pensé que había sido fruto de mi imaginación.
Pero, cuando mi madre dejó limpio mi cuarto y entré a hacer los deberes, allí se encontraba el sobre. Creí por un momento que Catalina Jiménez era ciega.
Fui corriendo en busca de mi madre con el sobre en la mano. Le dije que si no veía aquello, me contestó negativamente con la cabeza. Llegó mi padre y escuchó tal alboroto, que vino a ver lo que ocurría.
Mis padres no veían el sobre. Llegué a pensar que estaba loco, y mis padres también. Entonces, decidieron visitar un psicólogo esa misma tarde.
Mientras, me encerré en mi habitación llorando, me creía que estaba loco. Escucho una voz que me llama: Nicolás, Nicolás...
Miro la ventana, estaba lloviendo y en el exterior, volando, estaba aquel bicho espeluznante llamándome. Era el mismo ser de mis sueños.
Al principio sentí miedo y no le quise dejar entrar, pero después, sentí pena y le abrí la ventana.
Poco a poco, empezó a hablar. Me contó que su mundo estaba desapareciendo, porque el rey estaba muriéndose. Ese bicho, Plumpy, era el criado del rey; estaba en mi casa para decirme que yo tenía que salvar el mundo. Al enterarme, me quedé totalmente pasmado. Tenía que ir a un mundo desconocido y salvarlo.
Primero me quedé sin habla, después dije que no iba, y por último, (pensando que mis padres creían que estaba loco) contesté que sí, si iba a ir.
Plumpy se llenó de alegría y en un momento, con un hechizo que hizo, nos encontrábamos en medio de una selva sin fin. Pero aquella selva era distinta. Estaba llena de casas dentro de los troncos de los árboles.
Miré arriba y, entre las hojas de los robustos árboles vi una noche sin Luna.
Plumpy me explicó que teníamos que coger una flor de esa selva y llevársela al rey. Primero me pareció bastante fácil, ya que sólo andábamos por aquella selva-pueblo buscando una flor marrón. Pasado un tiempo, cuando estaba amaneciendo, seguíamos sin la flor. Entonces Plumpy decidió descansar en la casa de su tía.
Llegamos a la casa, y su tía nos recibió con los brazos abiertos. Nos ofreció comida, bebida y cama. Aunque solo pudimos comer porque en dos días teníamos que llegar al castillo.
Seguimos buscando durante un día, y al caer la noche, la encontramos y la arrancamos. En ese instante, salió un hombre de la choza más cercana y dijo que la flor era suya. Plumpy y yo nos miramos y salimos corriendo con la flor.
Al alba, llegamos a los jardines del castillo. Anduvimos un buen rato hasta llegar a un puente que comunicaba con las puertas de la fortaleza. Este puente, cruzaba un río lleno de pirañas y además, no parecía muy estable. Plumpy comentó que no había otra manera de llegar al castillo.
Comenzamos a caminar por el puente. Cuando íbamos por la mitad, empezó a balancearse sin razón. Estábamos muy asustados, por eso corrimos hacia el castillo. Pero el puente se soltó y...
El despertador me avisó de que eran las ocho y tenía que ir la instituto. Ya olía a tostadas que prepara mi madre y a la colonia que se echa mi padre para ir a trabajar. Me sentí orgulloso, todo había sido un sueño.