Este periódico escolar nace como una aventura en la que un grupo de alumnos y de profesores quieren explorar las posibilidades de las herramientas de comunicación que existen en Internet. Está abierto a la colaboración de alumnos y profesores de nuestro Instituto.
_______________________________________________________________________________________

miércoles, 16 de mayo de 2012

Concurso de Relatos 2012 - Categoria A: La última sonrisa

LA ÚLTIMA SONRISA
Veintiuno de Diciembre, Toronto, una buena noche para… ¿Ir a una cena en un hotel? Bah, yo ni siquiera sabía qué hacía allí. Por lo menos, estaba con Becca, mi mejor amiga desde hace años.

Aquel hotel era un tanto siniestro. Si no fuera por la gente, la iluminación y la comida tan deliciosa que allí había, daría miedo. Di varias vueltas sobre mí mismo, observando la estancia con inquietud, hasta que me detuve, justo cuando estaba mirando el reloj, casi eran las once de la noche.

- Eh, Becca, es tarde, ¿y si nos vamos? --Pregunté a mi amiga sin ni siquiera mirarla. Pero… No obtuve respuesta. --¿Becca? --Y esta vez sí me giré, comprobando así, que ella no estaba. Me puse histérico, nervioso.

De repente, las puertas del hotel se abrieron de par en par, y una holeada de zombis entraron en el lugar. El caos cundió en la sala en pocos segundos, y yo, paralizado por el miedo y la desesperación no supe qué hacer. No tenía a Becca a mi lado, los zombis se acercaban, la gente gritaba, y yo ahí en medio, estorbando, paralizado…

¡Pum…! Una mujer que pasaba corriendo escaleras arriba me empujó y caí al suelo, lo cual me vino de perlas, pues volví a la realidad y, como muchos de los presentes, corrí hacia la planta de arriba y conseguí aferrarme a algo en un intento de que nadie me volviera a derribar. Me acordé de Becca… ¿Dónde se habría metido?

Recorrí el largo pasillo de la planta alta, hasta toparme con una mujer, que aunque pareciera extraño, estaba de lo más tranquila. Le pregunté por Becca, una chica no muy alta, vestida de azul y negro, y con un precioso color pelirrojo en el cabello. Por desgracia, no la había visto.

Seguí buscándola con desesperación por todo el hotel, incluso bajé a la planta baja a jugarme el pescuezo con tal de encontrarla.

Estaba agotado de correr de un lado a otro, de subir y bajar escaleras, ya no podía ni con mi alma.

Así que, como última esperanza, salí del hotel esquivando hábilmente a los zombis y los vivos como pude. Una vez fuera, me subí sobre el capó de un coche que había aparcado en la misma entrada del hotel, así tendría una vista más amplia. No la veía. No la veía-…

Los ojos se me abrieron como platos, no creía lo que veía, era imposible. No, no puede ser. Imposible.

Bajé despacio del capó, sin habla, sin a penas parpadear y con la respiración entrecortada. Cualquiera diría que era que era un zombi más. Hasta que… Lo imposible, se hizo realidad.

Un gran charco de sangre emanaba de su delicado cuello, empapando sus pelirrojos cabellos. Sí, era Becca.

Caí de rodillas junto a ella, comenzando a llorar con desesperación. Aún tenía los ojos abiertos, y llorosos, pero no se movía.

Se moría. Y yo no podía hacer nada. Nada…

Agarré una de sus manos y agaché mi cabeza hasta su rostro, para que escuchara con claridad lo que iba a decirle.

- Becca… --Dije en un hilo de voz, entre sollozos. --¿Me escuchas, pequeña? --¿Pequeña? Que cariñoso me estaba poniendo. Ella asintió con dificultad. --No te mueras… No quiero que te mueras… --Qué imbécil era, no era eso lo que quería decir. --Te quiero… Siempre te he querido muchísimo… --Y empecé a llorar más. Nunca pensé que esto ocurriría. Nunca me planteé el tener que despedirme de ella. Jamás.

Becca me miró a los ojos. Ambos llorábamos. Esbozó una tenue sonrisa y cerró lenta, muy lentamente los ojos, sin quitar esa sonrisa de su rostro, y dejando escapar unas últimas lágrimas.

‘‘No’’, pensé, no puede ser. ¿Se acabó? Imposible. Me eché sobre su tripa a llorar, sin soltar su mano. No podía creer que aquello hubiera sucedido.