DULCE HOGAR

El ruido era muy fuerte. Había comenzado unas horas atrás y no se había detenido. En los instantes iniciales, la duda era el único pensamiento que afloraba en las mentes de los demás y en las suyas. Sólo fue por un momento. El pánico y el terror no tardaron en hacer su aparición, y desde entonces no se marcharon.

A lo lejos veían derrumbarse todo aquello que, durante mucho tiempo, fue su hogar. También podían vislumbrar a sus vecinos corriendo asustados en dirección contraria a aquel monstruoso estruendo, apenas iluminados por las tenues luces del amanecer. Sus casas iban desapareciendo a lo largo de aquel espeso bosque, cayendo como si fueran simples fichas de dominó. Pronto les alcanzaría. Tenían que irse.

El futuro no se presentaba especialmente esperanzador. La búsqueda de un nuevo hogar no parecía nada fácil. Pero era su única opción si no querían verse imbuidos en el caos. Antes de partir, echaron una última mirada a su hogar, llenos de tristeza y dolor. Entonces desplegaron sus alas y empezaron a volar. Debían construir un nuevo nido.

Miguel Celis Romero